viernes, 21 de junio de 2019

¡HOLA GENTES DE BIEN!

¡Oid churris y churros! ¡Que la vida empieza a los cincuenta! Que hoy, después de unos cuantos meses, me he hecho consciente de la inefable y mística experiencia que supone tener cincuenta tacos. A ver si me explico: es cómo tener otra vez dieciocho, pero con la próstata mas grande, mas pelos en las orejas, menos flexibilidad en las caderas y menos, muchísima menos, paciencia con las gilipolleces...

¿Y sabéis porqué he llegado a tan alta iluminación? Porque estoy cansado de ver a chicos y chicas, jóvenes, guapos, inteligentes, con miles de futuros posibles, que están ...¡Aburridos! ¡Por Dios!

Y me da por sospechar que, o bien hay algo que no estamos haciendo por nuestros jóvenes, o existe una ciencia infusa, tan sólo revelada a los espíritus rebeldes que hemos hecho el gilipollas tropecientas veces en la vida y aprendido de la experiencia. Y para eso se necesitan muchos años...

Si. Hacer idioteces y pagar las consecuencias, sería quizás una asignatura a añadir a los planes de formación, y que se echa de menos. Crea personas fuertes, consecuentes y libres.

Estoy convencido: los cincuenta son una edad ideal para escalar montañas, escribir poemas, hacer negocios, enamorase hasta llegar a la idiotez o cumplir con los sueños de tu juventud. Y esto ocurre porque ya ha dado tiempo para hacer todas estas cosas muy mal y, a la segunda oportunidad, se suelen hacer mejor...

¡Ah, bueno! También creo que el hecho de tener que dedicar tiempo ante el espejo, a desbrozar las narices, las orejas y las cejas, te obliga a ver tus arrugas: las de la cara y las del alma. Y te hacen relativizar el tiempo y el espacio, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, durante todos los días de lo que me queda de vida y hasta que la muerte nos separe de nuestros estúpidos egos... Si. He contraído matrimonio indisoluble con la vida: sólo un abrir y cerrar de ojos entre el nacimiento y la muerte.

Pero he necesitado muchos errores, muchas resacas, muchos desamores, muchas juergas, mucho trabajo y sudor y mucho afán de mi peluquera para llegar hasta aquí.

¡Así que un respeto coño! ¡Ah! Y sed libres, felices y todo eso... Y ahí os quedáis. 

¡Es que me tiráis de la lengua y...!

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