lunes, 13 de enero de 2020

LOS LIMONES Y LA LIBERTAD




Los Pirineos, "desde atrás"... (Alrededores de Tarbes)
Siempre, desde pequeño, me gustaba mirar los detallados mapas de España y Europa que alegraban los fríos textos de Geografía de la extinta EGB. Desataban mi imaginación, ayudada por unas fotografías de lugares, que llevaban adosadas un pie de foto con citas de algún lugareño ilustrado. Pero había
una zona "misteriosa" en los mapas: los Pirineos. Tras ellos, solo aparecía un nombre sin mas referencias: Toulouse. ¡Más misterio! Yo sabía que Francia debía estar más poblada, y que sería más grande y diversa que el París de Alain Delon o Briguitte Bardot. Y me interesaba sobre todo, aquel supuesto vacío en el mapa, justo detrás de los Pirineos. Porque en las películas, en la radio, en casa,  se hablaba de un "más allá de los pirineos" como la entrada a otro mundo, a otra vida. 

No engañéis a los niños.


Yo ya sabía que "tras los Pirineos" se encontraban París, Londres, Berlín o Nueva York. Porque en el ideario colectivo, América también se encontraba tras los Pirineos. Y también sospechaba que a lo largo de esa línea imaginaria que unía Biarritz con Perpigñan, vivía gente y ocurrían cosas que no eran las vacaciones de los famosos en la Costa Azul ni los desfiles de París.





   La "otra línea" del mapa, Portugal, solo parecía estar poblada en Lisboa y Oporto, pero en este caso yo sabía con seguridad que, al menos, había dos sitios más en los que vivía gente: Valença, entrando por Tuy,  y Vila Real de Santo Antonio, por Ayamonte. Lo sabía por las excursiones de mis padres y sus amigos a la zona, en las que mi papá se dedicaba a comprar café, vino y tabaco y mi mamá y sus amigas, arrasaban como posesas las tiendas de ropa de hogar, como si el apocalipsis de la industria textil fuese un hecho inminente. No. Portugal no me parecía misterioso.

Curiosidad...


  En cambio, aquella otra "zona muerta" del mapa... ¡Siguió alimentando mi imaginación durante años! Empecé conocer algo más de este misterioso lugar con la enciclopedia de casa y con el mapa de carreteras de Europa que regalaba una marca de neumáticos. También descubrí que a los Pirineos se le podía hacer trampas y bordearlos por sus extremos. Esto me lo enseñó Josep Pla, junto con la receta para una buena caldereta a bordo y la del conejo a la brasa con ali-oli. cuando me enroló en un balandro de contrabandistas que traían, desde Perpiñan, medias de seda, perfumes y otras preciadas manufacturas francesas a la entonces pobre bahía de Cadaqués.

Vagabundeando y aprendiendo.





   En este mes de Agosto he vuelto, una vez más, a vagabundear por estas tierras en busca de un "nosequé" que colme para siempre mi curiosidad de niño sobre lo que hay detrás de esa tapia vertiginosa que llamamos Pirineos. Entrando por la antigua carretera Desde Bayona, atravesando los obscuros bosques de la Gascuña,  zizagueando sin rumbo ni tiempo, a la espera de lo extraordinario, de lo misterioso o lo trascendente: Pau, Tarbes, Lourdes, Toulouse, Carcasonne, Aux...




  Y efectivamente me sorprendí encontrándome con quien no buscaba y en donde no buscaba. Mientras, a la vez, encontraba lo que buscaba  en donde lo buscaba y que contaré de forma mas extensa mas adelante, Dios mediante.  




Ocurrió que me encontré con Carlomagno. Pero no en cualquier sitio. No en un area de servicio de la D64, ni en una pastiserie de Tolouse, ni siquiera cazando venados por los poblados bosques de la zona... No, Me lo encontre en la bandera y escudo de la ville de Lourdes.Veréis. Resulta que me contaron que cuando Carlomagno volvió de sus aventurillas poco acertadas por la Hispania de entonces, tuvo tiempo aún de recibir otra buena zurra en Roncesvalles.  Empezó entonces a pensar que mejor se retiraba a descansar, por si pasaba  mientras tanto su mala racha. Se decidió por Lourdes y, cuando llegó, se la encontró ocupada por los Musulmanes. Puso entonces sitio a la plaza y castillo ocupado por los musulmanes, que estaban al mando de Mirat. La leyenda o historia narra que, durante el sitio  un águila gigante llevaba en su pico una trucha enorme recien pescada que dejó caer sobre los sitiados. Mirat, tipo listo, recogió la trucha y se la envió como regalo a Carlomagno, asegurándole así que tenían víveres suficientes y acceso al río para resistir el asedio, por lo que este era inútil. Carlomagno lo creyó pero, hombre de fe, prefirió mandar al Obispo de Tarbes, Mon. Turpin, a entrevistarse con el jefe de la fortaleza. El resultado fue que el musulmán se convirtió al cristianismo con gran parte de su ejército y que tiempo después fue bautizado. El apellido Turpin sigue presente en la comarca actualmente.




Heráldica


Como consecuencia de esta leyenda el blasón de la ciudad de Lourdes está representado por un escudo de gules con 3 torres negras almenadas sobre una roca de plata. Un águila negra con las alas abiertas y con una trucha de plata en su pico vuela por encima de la torre mediana; punta en azul con 6 montes que separan los 7 valles de Lavedan bañados por el río Gave.

Recursos


Esta historia me hace reflexionar sobre lo que define a las gentes de este lado de la tapia: la utilización de los recursos disponibles, no ya hasta la optima utilizació, sino hasta la exquisitez estética y formal partiendo de lo sencillo. Lo noto, ya en las elaboradísimas recetas culinarias, que parten siempre de productos sencillos, hasta en la arquitectura tradicional (que aún se resiste a desaparecer) que utiliza exquisitamente los elementos disponibles. Así nos encontramos ciudades monumentales hechas de ladrillo, como Toulouse, -la ciudad rosa la llaman por ello- porque barro y arcilla es lo que tiene el Garona que la atraviesa; ciudades hechas de cantos rodados, con ta técnica de tapial, porque piedras y cantos tiene el rio Azur que la circunda; o ciudades de piedra y madera como Lourdes, en donde es el material mas evidente para cualquiera que escudriñe un poco el paisaje.

Limones


Si. Eso me ha enseñado Carlomagno y estas gentes. Que, como el viejo dicho recuerda, "si te dan limones, haz limonada". Pero a estas gentes, si les das limones, te hacen limonada, mermelada de limón, pastel de limón... ¡y te organiza unas jornadas lúdico-festivas sobre todo ello! Eso es lo que había "mas allá de los Pirineos".

Libertad


No importa si la vida te da limones, piedra, barro u obispos. Con lo que nos da, seguro que podemos hacer mas cosas que limonada. Solo se trata de gestionar la libertad. La libertad y los limones.


















Hoy quiero contaros algo de Antonia Amores Montero y Joseph Omobi Aguokobuo.
A veces, es “a toro pasado” como se calibran bien los acontecimientos y las personas. Por que, a la postre, no somos más que eso: un acontecimiento más. Somos por lo tanto efímeros y, como en una sesión de jazz o una pieza teatral, si no “quedamos grabados” , la aventura irrepetible de nuestra vida, sea esta una obra maestra, una horterada suma o un bodrio anestesiante, se perderá para siempre en la noche del tiempo y de nuestras frágiles y selectivas memorias.

La gratitud y la memoria.

Y yo no quiero eso. Yo quiero, yo amo, yo adoro la memoria, que es una forma sublime de gratitud. Y yo estoy agradecido a todas las personas de bien porque, independientemente de lo lejanos que estén en el tiempo o la distancia, sus buenas obras, palabras y pensamientos, contribuyen decididamente a hacer mejor el mundo en el que vivo. Puro egoísmo si quieren.
De los personajes “importantes”, de las grandes hazañas y de los desastres terribles ya andamos bien surtidos de cronistas, eruditos y exégetas. A mi, en cambio, me interesan sobre todo dos parcelas de la Historia: la de las personas sencillas que hacen grandes cosas y el de personas grandes que hacen cosas sencillas.

Aprender o morir.

A mi todo esto me costó lo mío aprenderlo, no crean, porque, como dice un viejo refrán, “cuando termina la vida de la escuela, empieza la escuela de la vida”. Yo siempre he procurado el maridaje entre ambas y tuve la suerte de que mis mayores y mis maestros se empeñaron en lo mismo. Por eso aprecio las “pequeñas” historias vividas por grandes personas: son las puntadas con las que se cosen las roturas del mundo, para hacerlo más abrigado, más libre, más humano.
Y de maridajes, de escuelas, de vidas y entendimientos, va esto. Porque se celebró en pasadas fechas, en la Escuela de Hostelería del I.E.S. Rosaleda, el almuerzo de Navidad de un centro de enseñanza. Pero no de uno cualquiera, no, sino del Centro de Educación de Adultos Palma-Palmilla, que dirige Adela Gordillo. Y creedme: si se da un lugar en donde los alumnos son fuente de experiencias, a veces durísimas, y de sabiduría de la vida, es este. Como guinda del pastel, además, en esta ocasión se sumaron dos artistas que, aunque de sabores bien distintos, representan muy bien lo que se consigue cuando lo ”otro” se suma a lo “nuestro” creando así un “nosotros”.

Al grano…

Ahora al grano. Todo este circunloquio me pareció necesario para dejar meridianamente claro quienes son Joseph Omobi y Antonia Amores, que amenizaron la velada con su arte y su corazón. Son, antes que nada, alumnos de este Centro. Pero hay más:
Joseph Omobi es, ante todo, un hombre libre. Hijo de un funcionario del gobierno y nacido entre seis hermanos, sintió pronto la llamada de la música, recibiendo clases de piano. Tocaba en el coro de su Iglesia y, aprovechando la más mínima excusa, se sentaba delante de un teclado, lo que le hacía un chico, cuando menos “peculiar”. Al menos en su ambiente de Lagos, en donde el trabajo duro, muy duro, para obtener la mera subsistencia, puede ser la mejor de las expectativas posibles. Pero en su alma grande, africana y ancestral, había una inquietud, un ansia viva y teologal: la Libertad. Movido por ella y alimentado sólo de música y de fe, se embarcó en la peligrosa aventura que le trajo hasta nosotros.
Cuando Joseph se sienta al piano se transforma. Se hace uno con los acordes y melodías que parecieran salir de él mismo más que del propio instrumento. Lo escucho y me lleno de sensaciones de Oscar Peterson, de Ramsey Lewis, de Tete Montoliú o de Mary Lou Willians. Y me sorprendió, porque reconozco -topicazo al canto- que esperaba recibirlas de Ofege, Fela Kuti o de Larry Ifediorama, aunque no fue así. Sus influencias musicales son las de quienes aman la música. Pero, sobre todo, recibió la influencia de “algo” , como dije, ancestral e inmarcesible. Y eso solo se comprende cuando Joseph te mira a los ojos, te da un apretón de manos o te da un abrazo de agradecimiento. Cosas de las Almas y los Siglos…
Y aparece Antonia Amores. ¿qué decir de ella que no esté viciado por el respeto, cariño y admiración que le profeso? Resumiré una evidencia constatable: arte y corazón ilimitados en una persona infinita. Bailaora, cantante y cantaora, modista, empresaria, activista política y enciclopedia viva del flamenco de Málaga… ¿lo véis? Casi infinita. La vida de Antonia daría material para más de una buena novela. Quizás lo dé…

Causas, efectos y principios.

Comienzan los acordes. El maridaje ocurre. Jazz, copla, flamenco, ¿que más dá? Cuando dos corazones enormes se encuentran, por su propio tamaño, se rozan un poco, parece que no caben bien en lo limitado de esta pobre y triste realidad. Pero es solo una apariencia.  Solo se están adaptando antes de fundirse en la expresión de algo más grande. Y surgen así los principios que mueven las causas y las palabras que cambian realidades. Esas realidades que cambian a las personas que son las que mueve, un poco, el futuro hacia un mundo mejor. Como ha sido siempre: grandes personas que, haciendo cosas sencillas, hacen que personas sencillas hagan  grandes cosas.