martes, 31 de marzo de 2020

LA CRISIS QUE VIENE NO ESTÁ FUERA DE NOSOTROS.


    

      Así de concisa y escueta resumió mi cabezota treinta minutos de terrorífico telediario mientras me desinfectaba las manos, preparaba una tortilla, atendía el teléfono, me regañaba a mi mismo por fumar y discutía con con mi abuelo materno, fallecido hace muchos años y que tengo colgado en el pasillo. No os asustéis: es el retrato decimonónico, de un señor adusto y joven, de bigote impecable y que sigue siendo un cachondo desde el más allá. Por eso lo tengo al lado de mi padre, que era de su "cuerda" y con el que hizo muy buenas migas. 

      Le consultaba sobre que pensaba de los momentos que estábamos viviendo. Algo debería saber él -pensaba yo-  al fin y al cabo estuvo en la guerra de Cuba, en la guerra civil y en la guerra de alimentar a sus ocho hijos en un ambiente francamente hostil. Mi papá le replicaba que "lo mío si que..."  Algo sabía mi papá también que fue refugiado, huido y, finalmente, héroe condecorado de una guerra que, según la historia académica, "casi" no existió... Pero los dos estaban de acuerdo en un consejo: no te fíes ni del suelo que pisas. Parece sólido. Pero solo lo parece hasta que te das cuenta que estás el la última planta de un edificio mal construido: los arquitectos diseñaron a prisa y con prejuicios, los constructores rapiñaban materiales y los albañiles se despreocupaban de un trabajo bien hecho.    

      Dudé un momento...¡Tienen razón! Al fin y al cabo, esas estructuras tan seguras, esas  que fallan estrepitosamente, son creaciones del ser humano. Creaciones puramente mentales. Pensadas por simples y falibles -cuando no malignos- mortales. Eso si: tan interiorizadas por hombres y mujeres del mundo que se expresaron  en la multiplicidad de creencias, filosofías, disciplinas científicas y paracientíficas, pensamiento político o escuelas culinarias. Y económicas.

      ¡Ay la economía! La economía pretende ser la teología de la nueva religión de y del Estado, del culto a un nuevo dios. Este falso dios es, como no, trinitario:  Seguridad, Bienestar, Derechos. Este dios - este edificio intelectual- se derrumba estrepitosamente y nos damos tortazos por agarrarnos a la única columna que queda en pié... En ese momento todas nuestras seguridades, todo nuestro bienestar y todos nuestros derechos se van al carajo en un plis-plas. Pero los sacerdotes de esta religión insisten en un culto vacío, alienante y desolador, ahora expresado en la "misa de  8 desde la ventana" con su liturgia hueca de aplausos y vítores. Como la orquesta del titanic: un heroísmo fútil. No. Esta "religión" no puede explicar el mayor misterio del ser humano: su consciencia y su libertad. Ni su vacío interior, ni su ansia de infinito. En esto los pobres lo tienen más sencillo. Los pobres, los que siempre han vivido en la "planta de abajo", que es la que soporta todas las de arriba, solo tienen que apartarse un poco para que los de arriba, cargados con sus miserias, no les caigan encima.

      Ahora, ese supuesto dios, ese ídolo, está cayendo. Y así cada vez hay más personas que se dan cuenta de lo que es realmente su dinero, su seguridad, sus "derechos": un acto de fe ciega. Fe en el BCE, en en la U.E. en los políticos de turno, en los "guardianes del conocimiento"...porque todos sus ahorros, no importa cuántos, su trabajo de una vida, todas sus esperanzas,  valen ...¡lo que ellos decidan! Porque detrás de su dinero, incluso de sus billetes en el bolsillo, de sus derechos, ¡No hay nada más que fe! Fe en que mañana, mi panadero, mi médico o el maestro de mis hijos, le dará a mis billetes el mismo valor que yo: valor convenido y pactado. Fe en que mi vida, mi libertad y mi trabajo, mañana, tenga algún valor para alguien. Fe en que yo respetaré por siempre lo que dice un papel...

      En España parece ser que el problema es otro. El problema aquí es que somos unos borrachos, unos solitarios, unos botarates y unos corruptos. No lo digo yo. Lo dice el ministerio de igualdad, el Informe Pisa,  el FMI. y algunos jueces valientes. Pero me lo creo. Al FMI me lo creo porque de corrupción saben lo suyo; al informe Pisa, porque de lo suyo ¡Si que saben! aunque los políticos lo usen para sus intereses. De los jueces no digo nada: hay que dejarlos trabajar en paz. Y del Ministerio de Igualdad no me creo nada pero, a veces, en su apacible y bucólico vivir en los pastos estatales, sin querer, paciendo descuidada, resopla entre las hierbecillas y le suena por casualidad la flauta olvidada por el pastor... Sólo erró, una vez más, en el género: cada vez más españoles llegan a casa solos y borrachos independientemente de su sexo. Es lo normal cuando por pensamiento, palabra, obra u omisión, sin reconocer ninguna culpa, malcriamos a nuestros hijos, abandonamos a nuestros padres y traicionamos a nuestros semejantes por un plato de lentejas. Así es lógico que lleguemos a casa solos y, con un poco de suerte, lo bastante borrachos como para anestesiar nuestra conciencia y olvidar nuestro vacío y nuestra nada. Yo, que he llegado solo y borracho a casa alguna vez, se de lo que hablo.

      Pero, a pesar de todo esto, ¡yo creo! Y no por fe, que también, sino porque soy testigo. Soy testigo de desvelos, trabajos y sufrimientos indecibles de gente anónima que no da la mas mínima publicidad de sus logros.  Creo, con las debidas precauciones, en vosotros. Sin precauciones, solo en Dios. Creo en personas misteriosas que aparecieron en mi vida, me ayudaron y desaparecieron tan misteriosamente como aparecieron. No me dio tiempo a decir ni "gracias"... 

    Con todo esto aprendí que mi felicidad no es un objetivo alcanzable, por mucho que insistían mis amigos mas "progresistas". No.  Mi felicidad no es un objetivo al que llegar, sino una consecuencia. Es consecuencia de la vida que elijo vivir cada día. Es consecuencia de mis pensamientos, palabras, actos y omisiones.... Por eso es conveniente también situarse temporalmente y comprender que nuestra experiencia tiene fecha de caducidad. Que la vida es un único examen. Que no me da tiempo a todo. Vamos que... ¡la voy a palmar! Que sea por un virus, una cirrosis, una pelea o una depresión si es, en parte, nuestra elección. Incluso si no elegimos y a pesar de nuestra seguridad, bienestar, solidaridad y buenos deseos. Estos son mutables y finitos. Pero también podemos elegir morir en Amor, que excluye todo lo anterior y es además, eterno. 

      Estaba a punto de ceder a la melancolía -estoy confinado y me lo puedo permitir- pero, cómo una tenue luz, luz de una cerilla casi consumida en la punta de los dedos, pero luz al fin y al cabo, apareció en mi ánimo: el Doctor agarrarse al sillón hasta el último día aunque reventemos todos. El FMI nos puede declarar "personas non gratas" o el Ministerio de Igualdad puede empezar a abrir tabernas pero ¡hoy queda un día menos para llegar a una nueva realidad!

      Cómo veis lo que nos espera no es tan malo. Podemos elegir. Así que tengan un feliz y libre día. ¡Y buscad motivos para la esperanza, que los hay!

lunes, 13 de enero de 2020

LOS LIMONES Y LA LIBERTAD




Los Pirineos, "desde atrás"... (Alrededores de Tarbes)
Siempre, desde pequeño, me gustaba mirar los detallados mapas de España y Europa que alegraban los fríos textos de Geografía de la extinta EGB. Desataban mi imaginación, ayudada por unas fotografías de lugares, que llevaban adosadas un pie de foto con citas de algún lugareño ilustrado. Pero había
una zona "misteriosa" en los mapas: los Pirineos. Tras ellos, solo aparecía un nombre sin mas referencias: Toulouse. ¡Más misterio! Yo sabía que Francia debía estar más poblada, y que sería más grande y diversa que el París de Alain Delon o Briguitte Bardot. Y me interesaba sobre todo, aquel supuesto vacío en el mapa, justo detrás de los Pirineos. Porque en las películas, en la radio, en casa,  se hablaba de un "más allá de los pirineos" como la entrada a otro mundo, a otra vida. 

No engañéis a los niños.


Yo ya sabía que "tras los Pirineos" se encontraban París, Londres, Berlín o Nueva York. Porque en el ideario colectivo, América también se encontraba tras los Pirineos. Y también sospechaba que a lo largo de esa línea imaginaria que unía Biarritz con Perpigñan, vivía gente y ocurrían cosas que no eran las vacaciones de los famosos en la Costa Azul ni los desfiles de París.





   La "otra línea" del mapa, Portugal, solo parecía estar poblada en Lisboa y Oporto, pero en este caso yo sabía con seguridad que, al menos, había dos sitios más en los que vivía gente: Valença, entrando por Tuy,  y Vila Real de Santo Antonio, por Ayamonte. Lo sabía por las excursiones de mis padres y sus amigos a la zona, en las que mi papá se dedicaba a comprar café, vino y tabaco y mi mamá y sus amigas, arrasaban como posesas las tiendas de ropa de hogar, como si el apocalipsis de la industria textil fuese un hecho inminente. No. Portugal no me parecía misterioso.

Curiosidad...


  En cambio, aquella otra "zona muerta" del mapa... ¡Siguió alimentando mi imaginación durante años! Empecé conocer algo más de este misterioso lugar con la enciclopedia de casa y con el mapa de carreteras de Europa que regalaba una marca de neumáticos. También descubrí que a los Pirineos se le podía hacer trampas y bordearlos por sus extremos. Esto me lo enseñó Josep Pla, junto con la receta para una buena caldereta a bordo y la del conejo a la brasa con ali-oli. cuando me enroló en un balandro de contrabandistas que traían, desde Perpiñan, medias de seda, perfumes y otras preciadas manufacturas francesas a la entonces pobre bahía de Cadaqués.

Vagabundeando y aprendiendo.





   En este mes de Agosto he vuelto, una vez más, a vagabundear por estas tierras en busca de un "nosequé" que colme para siempre mi curiosidad de niño sobre lo que hay detrás de esa tapia vertiginosa que llamamos Pirineos. Entrando por la antigua carretera Desde Bayona, atravesando los obscuros bosques de la Gascuña,  zizagueando sin rumbo ni tiempo, a la espera de lo extraordinario, de lo misterioso o lo trascendente: Pau, Tarbes, Lourdes, Toulouse, Carcasonne, Aux...




  Y efectivamente me sorprendí encontrándome con quien no buscaba y en donde no buscaba. Mientras, a la vez, encontraba lo que buscaba  en donde lo buscaba y que contaré de forma mas extensa mas adelante, Dios mediante.  




Ocurrió que me encontré con Carlomagno. Pero no en cualquier sitio. No en un area de servicio de la D64, ni en una pastiserie de Tolouse, ni siquiera cazando venados por los poblados bosques de la zona... No, Me lo encontre en la bandera y escudo de la ville de Lourdes.Veréis. Resulta que me contaron que cuando Carlomagno volvió de sus aventurillas poco acertadas por la Hispania de entonces, tuvo tiempo aún de recibir otra buena zurra en Roncesvalles.  Empezó entonces a pensar que mejor se retiraba a descansar, por si pasaba  mientras tanto su mala racha. Se decidió por Lourdes y, cuando llegó, se la encontró ocupada por los Musulmanes. Puso entonces sitio a la plaza y castillo ocupado por los musulmanes, que estaban al mando de Mirat. La leyenda o historia narra que, durante el sitio  un águila gigante llevaba en su pico una trucha enorme recien pescada que dejó caer sobre los sitiados. Mirat, tipo listo, recogió la trucha y se la envió como regalo a Carlomagno, asegurándole así que tenían víveres suficientes y acceso al río para resistir el asedio, por lo que este era inútil. Carlomagno lo creyó pero, hombre de fe, prefirió mandar al Obispo de Tarbes, Mon. Turpin, a entrevistarse con el jefe de la fortaleza. El resultado fue que el musulmán se convirtió al cristianismo con gran parte de su ejército y que tiempo después fue bautizado. El apellido Turpin sigue presente en la comarca actualmente.




Heráldica


Como consecuencia de esta leyenda el blasón de la ciudad de Lourdes está representado por un escudo de gules con 3 torres negras almenadas sobre una roca de plata. Un águila negra con las alas abiertas y con una trucha de plata en su pico vuela por encima de la torre mediana; punta en azul con 6 montes que separan los 7 valles de Lavedan bañados por el río Gave.

Recursos


Esta historia me hace reflexionar sobre lo que define a las gentes de este lado de la tapia: la utilización de los recursos disponibles, no ya hasta la optima utilizació, sino hasta la exquisitez estética y formal partiendo de lo sencillo. Lo noto, ya en las elaboradísimas recetas culinarias, que parten siempre de productos sencillos, hasta en la arquitectura tradicional (que aún se resiste a desaparecer) que utiliza exquisitamente los elementos disponibles. Así nos encontramos ciudades monumentales hechas de ladrillo, como Toulouse, -la ciudad rosa la llaman por ello- porque barro y arcilla es lo que tiene el Garona que la atraviesa; ciudades hechas de cantos rodados, con ta técnica de tapial, porque piedras y cantos tiene el rio Azur que la circunda; o ciudades de piedra y madera como Lourdes, en donde es el material mas evidente para cualquiera que escudriñe un poco el paisaje.

Limones


Si. Eso me ha enseñado Carlomagno y estas gentes. Que, como el viejo dicho recuerda, "si te dan limones, haz limonada". Pero a estas gentes, si les das limones, te hacen limonada, mermelada de limón, pastel de limón... ¡y te organiza unas jornadas lúdico-festivas sobre todo ello! Eso es lo que había "mas allá de los Pirineos".

Libertad


No importa si la vida te da limones, piedra, barro u obispos. Con lo que nos da, seguro que podemos hacer mas cosas que limonada. Solo se trata de gestionar la libertad. La libertad y los limones.


















Hoy quiero contaros algo de Antonia Amores Montero y Joseph Omobi Aguokobuo.
A veces, es “a toro pasado” como se calibran bien los acontecimientos y las personas. Por que, a la postre, no somos más que eso: un acontecimiento más. Somos por lo tanto efímeros y, como en una sesión de jazz o una pieza teatral, si no “quedamos grabados” , la aventura irrepetible de nuestra vida, sea esta una obra maestra, una horterada suma o un bodrio anestesiante, se perderá para siempre en la noche del tiempo y de nuestras frágiles y selectivas memorias.

La gratitud y la memoria.

Y yo no quiero eso. Yo quiero, yo amo, yo adoro la memoria, que es una forma sublime de gratitud. Y yo estoy agradecido a todas las personas de bien porque, independientemente de lo lejanos que estén en el tiempo o la distancia, sus buenas obras, palabras y pensamientos, contribuyen decididamente a hacer mejor el mundo en el que vivo. Puro egoísmo si quieren.
De los personajes “importantes”, de las grandes hazañas y de los desastres terribles ya andamos bien surtidos de cronistas, eruditos y exégetas. A mi, en cambio, me interesan sobre todo dos parcelas de la Historia: la de las personas sencillas que hacen grandes cosas y el de personas grandes que hacen cosas sencillas.

Aprender o morir.

A mi todo esto me costó lo mío aprenderlo, no crean, porque, como dice un viejo refrán, “cuando termina la vida de la escuela, empieza la escuela de la vida”. Yo siempre he procurado el maridaje entre ambas y tuve la suerte de que mis mayores y mis maestros se empeñaron en lo mismo. Por eso aprecio las “pequeñas” historias vividas por grandes personas: son las puntadas con las que se cosen las roturas del mundo, para hacerlo más abrigado, más libre, más humano.
Y de maridajes, de escuelas, de vidas y entendimientos, va esto. Porque se celebró en pasadas fechas, en la Escuela de Hostelería del I.E.S. Rosaleda, el almuerzo de Navidad de un centro de enseñanza. Pero no de uno cualquiera, no, sino del Centro de Educación de Adultos Palma-Palmilla, que dirige Adela Gordillo. Y creedme: si se da un lugar en donde los alumnos son fuente de experiencias, a veces durísimas, y de sabiduría de la vida, es este. Como guinda del pastel, además, en esta ocasión se sumaron dos artistas que, aunque de sabores bien distintos, representan muy bien lo que se consigue cuando lo ”otro” se suma a lo “nuestro” creando así un “nosotros”.

Al grano…

Ahora al grano. Todo este circunloquio me pareció necesario para dejar meridianamente claro quienes son Joseph Omobi y Antonia Amores, que amenizaron la velada con su arte y su corazón. Son, antes que nada, alumnos de este Centro. Pero hay más:
Joseph Omobi es, ante todo, un hombre libre. Hijo de un funcionario del gobierno y nacido entre seis hermanos, sintió pronto la llamada de la música, recibiendo clases de piano. Tocaba en el coro de su Iglesia y, aprovechando la más mínima excusa, se sentaba delante de un teclado, lo que le hacía un chico, cuando menos “peculiar”. Al menos en su ambiente de Lagos, en donde el trabajo duro, muy duro, para obtener la mera subsistencia, puede ser la mejor de las expectativas posibles. Pero en su alma grande, africana y ancestral, había una inquietud, un ansia viva y teologal: la Libertad. Movido por ella y alimentado sólo de música y de fe, se embarcó en la peligrosa aventura que le trajo hasta nosotros.
Cuando Joseph se sienta al piano se transforma. Se hace uno con los acordes y melodías que parecieran salir de él mismo más que del propio instrumento. Lo escucho y me lleno de sensaciones de Oscar Peterson, de Ramsey Lewis, de Tete Montoliú o de Mary Lou Willians. Y me sorprendió, porque reconozco -topicazo al canto- que esperaba recibirlas de Ofege, Fela Kuti o de Larry Ifediorama, aunque no fue así. Sus influencias musicales son las de quienes aman la música. Pero, sobre todo, recibió la influencia de “algo” , como dije, ancestral e inmarcesible. Y eso solo se comprende cuando Joseph te mira a los ojos, te da un apretón de manos o te da un abrazo de agradecimiento. Cosas de las Almas y los Siglos…
Y aparece Antonia Amores. ¿qué decir de ella que no esté viciado por el respeto, cariño y admiración que le profeso? Resumiré una evidencia constatable: arte y corazón ilimitados en una persona infinita. Bailaora, cantante y cantaora, modista, empresaria, activista política y enciclopedia viva del flamenco de Málaga… ¿lo véis? Casi infinita. La vida de Antonia daría material para más de una buena novela. Quizás lo dé…

Causas, efectos y principios.

Comienzan los acordes. El maridaje ocurre. Jazz, copla, flamenco, ¿que más dá? Cuando dos corazones enormes se encuentran, por su propio tamaño, se rozan un poco, parece que no caben bien en lo limitado de esta pobre y triste realidad. Pero es solo una apariencia.  Solo se están adaptando antes de fundirse en la expresión de algo más grande. Y surgen así los principios que mueven las causas y las palabras que cambian realidades. Esas realidades que cambian a las personas que son las que mueve, un poco, el futuro hacia un mundo mejor. Como ha sido siempre: grandes personas que, haciendo cosas sencillas, hacen que personas sencillas hagan  grandes cosas.

sábado, 13 de julio de 2019

ESCALERA HACIA EL CIELO.

    Dijo Benjamín Franklin que "La democracia son dos lobos y un cordero votando sobre qué se va a comer. La libertad es un cordero bien armado impugnando la votación."

Estas consideraciones aún no pululaban por mis entendederas en 1.982. Fue un año en el que estrené mayoría de edad y carnet de conducir. Reestrené de paso una vieja furgoneta Ebro, con la que me puse en un plis-plas en Madrid. Fui al difunto estadio Vicente Calderón a oír a los Rolling Stones.

Fue un concierto memorable, bajo una tormenta atroz, que parecía diseñada al detalle por un genio de los efectos especiales. La lluvia, la música, los miles de globos que cayeron de pronto sobre un público absolutamente entregado y poseído, rayos y truenos... ¡Una orgía de luz, sonido y emociones!

Recuerdo, a la salida, ir a buscar un baño. No podía entrar. Había una unidad de emergencias atendiendo a una chica que se encontraba mal. Murió más tarde, según me dijeron, de una sobredosis. Cuando por fin pude acceder a uno de los servicios, me encontré camisetas y otras prendas más íntimas, con el Naranjito impreso y, abandonadas por todas partes, infinidad de jeringuillas usadas...

En ese instante una certeza, difusa e inconcreta aún, se instaló en mi para siempre: la constatación de la enorme capacidad que tiene "el poder" para institucionalizar las revoluciones y sacar tajada del proceso. En ese momento comprendí que, desde la "rebeldía" de consumir drogas, a oponerse al arte "formal", o cuestionar cualquier principio de autoridad y proponer fórmulas alternativas en la política, la sociedad o la supervivencia, terminaba siempre engrosando las abultadas cuentas corrientes de obscuros personajes. No eramos más que unos corderos proponiendo a los lobos un menú alternativo...

Pero aún había rebeldía, deseos de mejorar. Hoy, en cambio, solo veo miedo y docilidad. Nunca antes los jóvenes, se habían sumado tan fervientemente a todas y cada una de las "luchas" que se diseñan desde los despachos que, a su vez, crean la injusticia que se pretende combatir. No es asunto baladí que las ONG´s sean  el 8º motor económico mas poderoso del planeta. Tampoco es gratuito recordar que en la financiación de muchas -las mas poderosas- el peso de las subvenciones de los gobiernos es muy importante. Sin olvidar las directamente financiadas por grandes empresas y corporaciones.

Pero... ¡ojo! no podemos subestimar su importancia: su trabajo en sectores donde la Administración no llega -porque no puede o no quiere- se ha convertido en vital para "coser" las heridas sociales, ambientales o personales  que deja el progreso en su imparable camino. Aún así, debo tener claro que, en multitud de casos, el círculo esta perfectamente diseñado, cerrado y ensamblado: los que crean el problema, financian a quienes lo arreglan -nunca del todo-, obteniendo una impagable publicidad y, lo más importante, se constituyen en "sacerdotes" de un nuevo culto: el bien común... Si. sacerdote de una nueva religión en donde las "verdades morales" surgen del consenso -nadie sabe entre quienes- , no del estudio, la experiencia, la reflexión y la investigación.

Estas premisas son asumidas por los gobiernos sin rechistar, dedicando ingentes cantidades de dinero y recursos, censurando duramente al discrepante y olvidando el detalle de la experiencia humana: todo progreso ha sido siempre impulsado por quien discrepa de lo establecido. Porque el que discrepa, nos asusta. Nos remueve la comodidad de nuestras opiniones. Opiniones que ya se nos dan precocinadas y hasta precalentadas en las obscuras cocinas de los grupos de poder.

Voy a hacer memoria. El pescado azul, la carne de cerdo, el fin del petróleo, el holocausto nuclear, la superpoblación del planeta, la capa de ozono... Se me ocurren muchas más. Pero basten de ejemplo para resaltar lo que tienen en común: dan miedo. Y con un pueblo asustado se pueden implementar políticas, prohibiciones y expropiaciones del trabajo, que personas libres e informadas jamás aceptarían. Por eso siempre es conveniente seguir el rastro del dinero. Porque quien paga, manda.

Yo, aquel día del ´82, salí un poco insatisfecho del "Satisfaction" de los Rollig Stones. Porque parecía todo dirigido y manipulado y, aunque yo no hacía demasiados ascos por aquella época al "sexo, droga y rock´n roll", no podía dejar que la muerte de aquella chica, no tenía nada de sacrificio, ni de heroico, ni llevaba más que al abismo de los idiotas. Por eso prestaba mas atención a gente como Led Zeppelin: ellos me contaban la historia de una chica tan rica que creyó poder comprar una "Escalera hacia el Cielo". Lo que encontró fue que hay dos caminos y que, si se está vivo, siempre se puede cambiar de ruta. No quise nunca más que mi vida fuese una piedra rodante: me puse en el trabajo de ser, en cambio, una roca firme. Pero eso ya son historias para otros libros...










miércoles, 10 de julio de 2019

UN PUNTAPIÉ EN EL ESTÓMAGO.













Recuerdo haber visto alguna vez documentales sobre el entrenamiento de astronautas y similares. De entre las muchas "torturas" a las que son sometidos -acelerados, centrifugados, etc...- siempre me llamó la atención una en la que se simula la ausencia de gravedad. Consiste en introducir a los afortunados en un descomunal avión, hueco por dentro y, tras alcanzar éste una suficiente altura,se deja caer, provocando la "sensación" -y solo la sensación- de estar ingrávido. Esto sucede, a diferencia de una simple caída libre, porque todo a nuestro alrededor, incluso el aire que nos circunda, cae con nosotros, limitando nuestra perspectiva a nuestro medio circundante, que nos parece estático.


Pero no es así.  Porque todo cae. La Luna cae sobre la tierra, la tierra sobre el sol y nuestro sistema solar hacia un terrible agujero negro situado en el centro de nuestra amada Vía Láctea. Nosotros mismos caemos, a veces sin remedio. 

Las galaxias, sin embargo no parecen caer a ningún sitio. Más bien se separan entre ellas a una velocidad endiablada. Y es que resulta que en ese mundillo del macrocosmos, las leyes que lo rigen parecen volverse tan absurdas como en el mundo infinitamente minúsculo de las partículas subatómicas. Será, pienso, porque son aspectos que existen en el mismo género de realidades: el de las realidades no observables y el de las realidades que solo existen cuando son observadas. En esto, una vez más, nos encontramos con esa extraña ley por la que lo pequeño y lo inmenso se encuentran sus sorprendentes semejanzas en las leyes que lo rigen.

Nosotros no. Nosotros, si Dios no lo remedia, caemos. Caemos en un agujero de tiempo, siempre lineal, a la misma velocidad, mientras vemos a nuestro alrededor como pasan las capas de acontecimientos que vamos atravesando. No somos "cuánticos"  ni "multidimensionales " para nada...

Hace poco me encontré con Pepe (voy a llamarlo así). Pepe es un tipo culto, educado, arquitecto de profesión y padre de familia. La casualidad, que es prima hermana de la fortuna, hizo que me lo encontrara en uno de mis paseos por los alrededores de mi ciudad. Porque a mí las ciudades y las personas me gustan así: con alrededores, no con extrarradios

Se hizo el despistado, lo observé y noté un "algo" que no le era propio. Como una capa de barniz sucio y gastado sobre toda su persona. Se había perdido su brillo y estaba como mustio tras los inútiles esfuerzos que gastaba para aparentar ser él mismo. Al final se rindió a la certeza del encuentro -el camino no tenía otra salida- y se dispuso a el. Noté como tiraba una lata junto a una pequeña escombrera y, en principio, no me suscitó curiosidad. Cuando se acercó, en cambio, necesité pocas explicaciones sobre su ausencia de los lugares comunes que solemos visitar. Una sonrisa forzada, unos ojos brillantes y perdidos, un olor característico... ¡Noté como un puntapié en el estómago! Pasaron por mi mente todos los momentos de mi bajada al abismo. No sabía que decir. Sólo fui capar de articular un dolorido:
    - ¡Pero Pepe...! ¿Cómo tú...? ¿Porqué no dijiste nada? ¡Vuelve a casa, coño! Sabes que allí te esperamos...

Pepe me soltó una serie frases hechas, de trivialidades, huyendo de territorios comunes, que me confirman su delicada situación. Yo hice lo mismo. Tan solo, al despedirnos, le apreté fuertemente la mano y, mirando a sus ojos vidriosos, remarqué insistiendo:
    -¡...y que no se te olvide, Pepe, dónde estoy ...! ¡Dónde estamos! Allí siempre te espera tu casa.

Si. Pepe está cayendo. Re-cayendo. La recaída es uno de los momentos mas íntimos y personales que puede experimentar alguien. Es un tiempo que le pertenece solo a la persona y, los demás, no podemos hacer nada. Es una lucha atroz y despiadada. Y es a muerte. La recaída no solo es un asunto de ex-adictos. La recaída es un proceso más de los que puede experimentar cualquier persona que quiera mejorarse a sí misma. Que quiera redirigirse a una vida libre, plena y razonablemente feliz.  Recaer en actitudes, pensamientos, creencias o situaciones de las que sabemos el enorme potencial destructivo que tienen, no es más que parte del proceso rehabilitador. Eso sí: hay que ser conscientes de que de algunas no se sale...

Si, Pepe. Vas hacia abajo a velocidad de caída libre. Y el problema es que, al igual que los astronautas en el avión que mencioné, todo tu mundo, tu entorno, tu vida, está cayendo contigo a tu misma velocidad, haciendo imposible la percepción de la realidad. Lo vemos los que estamos fuera del avión...

Párate, Pepe, asómate a una ventanilla y compruébalo. Y después salta del avión aunque eso signifique dejar todo tu "mundo" atrás. Porque "tu mundo", Pepe, es un enorme y lujoso avión sin piloto. Suerte. Te esperamos. ¡Y no te enfades con Newton, ni con la compañía aérea, ni con la agencia de viajes que, al avión, has subido tu solito!















viernes, 21 de junio de 2019

¡HOLA GENTES DE BIEN!

¡Oid churris y churros! ¡Que la vida empieza a los cincuenta! Que hoy, después de unos cuantos meses, me he hecho consciente de la inefable y mística experiencia que supone tener cincuenta tacos. A ver si me explico: es cómo tener otra vez dieciocho, pero con la próstata mas grande, mas pelos en las orejas, menos flexibilidad en las caderas y menos, muchísima menos, paciencia con las gilipolleces...

¿Y sabéis porqué he llegado a tan alta iluminación? Porque estoy cansado de ver a chicos y chicas, jóvenes, guapos, inteligentes, con miles de futuros posibles, que están ...¡Aburridos! ¡Por Dios!

Y me da por sospechar que, o bien hay algo que no estamos haciendo por nuestros jóvenes, o existe una ciencia infusa, tan sólo revelada a los espíritus rebeldes que hemos hecho el gilipollas tropecientas veces en la vida y aprendido de la experiencia. Y para eso se necesitan muchos años...

Si. Hacer idioteces y pagar las consecuencias, sería quizás una asignatura a añadir a los planes de formación, y que se echa de menos. Crea personas fuertes, consecuentes y libres.

Estoy convencido: los cincuenta son una edad ideal para escalar montañas, escribir poemas, hacer negocios, enamorase hasta llegar a la idiotez o cumplir con los sueños de tu juventud. Y esto ocurre porque ya ha dado tiempo para hacer todas estas cosas muy mal y, a la segunda oportunidad, se suelen hacer mejor...

¡Ah, bueno! También creo que el hecho de tener que dedicar tiempo ante el espejo, a desbrozar las narices, las orejas y las cejas, te obliga a ver tus arrugas: las de la cara y las del alma. Y te hacen relativizar el tiempo y el espacio, la riqueza y la pobreza, la salud y la enfermedad, durante todos los días de lo que me queda de vida y hasta que la muerte nos separe de nuestros estúpidos egos... Si. He contraído matrimonio indisoluble con la vida: sólo un abrir y cerrar de ojos entre el nacimiento y la muerte.

Pero he necesitado muchos errores, muchas resacas, muchos desamores, muchas juergas, mucho trabajo y sudor y mucho afán de mi peluquera para llegar hasta aquí.

¡Así que un respeto coño! ¡Ah! Y sed libres, felices y todo eso... Y ahí os quedáis. 

¡Es que me tiráis de la lengua y...!

jueves, 20 de junio de 2019

TRAPOS SUCIOS.



       



       Hay muchas vidas lastradas por la culpa y el miedo. A veces, si conociéramos "aquello inconfesable", el "secreto atroz" que lastra la conciencia de alguien que conocemos, nos desencajaríamos de risa quizás, por lo nimio e inocente que nos parecería el asunto, el supuesto pecado. Pero la culpa, el miedo y la vergüenza son, ante todo, libres. Muy libres. A veces pareciera que son entes de vida propia, que habitan en nosotros sin nuestro permiso y que se alimentan de nuestras esperanzas. De la lucha infructuosa y agotadora contra ellos quedan secuelas: rencor, desconfianza y amargura y, sobre todo, una incapacidad de fondo para perdonar. Y así se cierra el círculo: vergüenza-culpa-miedo-impotencia para el perdón- rencor... ¡que me avergüenza otra vez!


Esta situación se ha descrito y se ha escrito sobre ella, en multitud de tratados académicos, en infinidad de libros de autoayuda y muchos y muy antiguos textos de algunas tradiciones espirituales. Pero mi mamá siempre lo resumió: "los trapos sucios se lavan en casa".  Ahora bien, entendamos la sentencia, porque no se trata de una ocultación vergonzante, un secretismo cobarde o una postura de hipócrita autoengaño. No se trata de taparnos mutuamente nuestras miserias, ni de exponerlas tampoco al morbo público. Se trata de, en nuestra casa -nuestro interior- , hacer esa transformación, esa limpieza, esa purga de emociones destructivas. Nadie tiene que verse salpicado de nuestras amarguras: ni lo entenderían, ni nos aportarían nada. 

¿Recetas? Yo sigo en la ignorancia y, por lo tanto, no puedo honestamente dar ninguna. Si puedo descartar muchas. Por ejemplo, se que sacrificar un pobre bicho, bajo la luna y en determinada combinación zodiacal mientra recito unas invocaciones, no va a funcionar. Es solo un ejemplo, pero habría muchos más. Lo que si descubro en todos los textos, de todas las épocas y de diversas disciplinas, son una serie de pasos comunes, de territorios emocionales a recorrer.

Lo primero, tras examinar mi interior, mis deseos profundos, mi conciencia, es saber si realmente me duele aquello que hice mal. Si me duele su recuerdo, me duelen las consecuencias que trajo para mí y para otros. Porque si tras hacer el mal, si tras el error, no me siento mal, tengo un problema aún mayor... ¡Pero descartemos esto!

En segundo lugar es saber si estoy dispuesto a hacer lo necesario para revertir, en lo posible, el mal causado. A mi mismo y a otros. Si realmente quiero cambiar. Cambiar yo para adaptarme a la realidad, no a cambiar la realidad para que se adapte a mí. Al respecto ya os dije antes que la magia, los talismanes y la fe hueca de contenido no me ayudarán, y además es posible que me hundan más en la distorsión de las emociones.

Una vez que sabemos exactamente cual fue nuestro error y con la determinación de enmendarlo, con alegría, con la felicidad de quien tiene un plan estupendo que sabe infalible me dirijo, ahora si, a comunicarlo: primero al ofendido -sea yo o un tercero- y después a los más íntimos: sea mi pareja, amigo, padres, hijos, terapeuta o grupo de ayuda que, en este caso como en otros, es mas que recomendable. Y aquí entra el perdón. El perdón es fantástico porque lo pido de corazón, con todo mi sentir y.. ¡ya está! El problema está ahora en el otro, que decidirá si me lo da o no. Ya no puedo hacer nada mas. El acto salutífero es el pedirlo. Que me lo concedan o no, es un hecho intrascendente excepto para mi ego que se sentiría ofendido. Pues que se joda: el es la causa de todos mis males.

Y ahora sí, ya que me he perdonado, que me he descubierto, que me he encontrado, también, en la mirada del otro, puedo poner en marcha mi plan maestro para enmendar el daño en lo posible y, además, marcar la piedra que me hizo tropezar, para advertencia de otros incautos como yo. 

Ahora sí, la ropa sucia lavada en casa, limpia, ordenada, se tiende al sol. Ya no hay vergüenza ni pudor. Hay legítimo orgullo y alegría. Todos pueden ver que en mi casa, como en la foto, no solamente se lava muy blanco, sino que está llena de la Esperanza nueva y grande de un bebé recién llegado y que quiero exhibir.

Así, siguiendo la analogía tan socorrida, cuidemos de nuestro niño. Manchará pañales y ropa, que lavaremos en casa con alegría y exhibiremos después con orgullo. No estoy orgulloso, ni quiero enseñaros la caca de mi bebé (ni mis caídas).  Pero si contaros que es un minúsculo precio a cambio de mirar, otra vez, cara a cara a la inocencia perdida: allí donde mora la Esperanza.