miércoles, 10 de julio de 2019

UN PUNTAPIÉ EN EL ESTÓMAGO.













Recuerdo haber visto alguna vez documentales sobre el entrenamiento de astronautas y similares. De entre las muchas "torturas" a las que son sometidos -acelerados, centrifugados, etc...- siempre me llamó la atención una en la que se simula la ausencia de gravedad. Consiste en introducir a los afortunados en un descomunal avión, hueco por dentro y, tras alcanzar éste una suficiente altura,se deja caer, provocando la "sensación" -y solo la sensación- de estar ingrávido. Esto sucede, a diferencia de una simple caída libre, porque todo a nuestro alrededor, incluso el aire que nos circunda, cae con nosotros, limitando nuestra perspectiva a nuestro medio circundante, que nos parece estático.


Pero no es así.  Porque todo cae. La Luna cae sobre la tierra, la tierra sobre el sol y nuestro sistema solar hacia un terrible agujero negro situado en el centro de nuestra amada Vía Láctea. Nosotros mismos caemos, a veces sin remedio. 

Las galaxias, sin embargo no parecen caer a ningún sitio. Más bien se separan entre ellas a una velocidad endiablada. Y es que resulta que en ese mundillo del macrocosmos, las leyes que lo rigen parecen volverse tan absurdas como en el mundo infinitamente minúsculo de las partículas subatómicas. Será, pienso, porque son aspectos que existen en el mismo género de realidades: el de las realidades no observables y el de las realidades que solo existen cuando son observadas. En esto, una vez más, nos encontramos con esa extraña ley por la que lo pequeño y lo inmenso se encuentran sus sorprendentes semejanzas en las leyes que lo rigen.

Nosotros no. Nosotros, si Dios no lo remedia, caemos. Caemos en un agujero de tiempo, siempre lineal, a la misma velocidad, mientras vemos a nuestro alrededor como pasan las capas de acontecimientos que vamos atravesando. No somos "cuánticos"  ni "multidimensionales " para nada...

Hace poco me encontré con Pepe (voy a llamarlo así). Pepe es un tipo culto, educado, arquitecto de profesión y padre de familia. La casualidad, que es prima hermana de la fortuna, hizo que me lo encontrara en uno de mis paseos por los alrededores de mi ciudad. Porque a mí las ciudades y las personas me gustan así: con alrededores, no con extrarradios

Se hizo el despistado, lo observé y noté un "algo" que no le era propio. Como una capa de barniz sucio y gastado sobre toda su persona. Se había perdido su brillo y estaba como mustio tras los inútiles esfuerzos que gastaba para aparentar ser él mismo. Al final se rindió a la certeza del encuentro -el camino no tenía otra salida- y se dispuso a el. Noté como tiraba una lata junto a una pequeña escombrera y, en principio, no me suscitó curiosidad. Cuando se acercó, en cambio, necesité pocas explicaciones sobre su ausencia de los lugares comunes que solemos visitar. Una sonrisa forzada, unos ojos brillantes y perdidos, un olor característico... ¡Noté como un puntapié en el estómago! Pasaron por mi mente todos los momentos de mi bajada al abismo. No sabía que decir. Sólo fui capar de articular un dolorido:
    - ¡Pero Pepe...! ¿Cómo tú...? ¿Porqué no dijiste nada? ¡Vuelve a casa, coño! Sabes que allí te esperamos...

Pepe me soltó una serie frases hechas, de trivialidades, huyendo de territorios comunes, que me confirman su delicada situación. Yo hice lo mismo. Tan solo, al despedirnos, le apreté fuertemente la mano y, mirando a sus ojos vidriosos, remarqué insistiendo:
    -¡...y que no se te olvide, Pepe, dónde estoy ...! ¡Dónde estamos! Allí siempre te espera tu casa.

Si. Pepe está cayendo. Re-cayendo. La recaída es uno de los momentos mas íntimos y personales que puede experimentar alguien. Es un tiempo que le pertenece solo a la persona y, los demás, no podemos hacer nada. Es una lucha atroz y despiadada. Y es a muerte. La recaída no solo es un asunto de ex-adictos. La recaída es un proceso más de los que puede experimentar cualquier persona que quiera mejorarse a sí misma. Que quiera redirigirse a una vida libre, plena y razonablemente feliz.  Recaer en actitudes, pensamientos, creencias o situaciones de las que sabemos el enorme potencial destructivo que tienen, no es más que parte del proceso rehabilitador. Eso sí: hay que ser conscientes de que de algunas no se sale...

Si, Pepe. Vas hacia abajo a velocidad de caída libre. Y el problema es que, al igual que los astronautas en el avión que mencioné, todo tu mundo, tu entorno, tu vida, está cayendo contigo a tu misma velocidad, haciendo imposible la percepción de la realidad. Lo vemos los que estamos fuera del avión...

Párate, Pepe, asómate a una ventanilla y compruébalo. Y después salta del avión aunque eso signifique dejar todo tu "mundo" atrás. Porque "tu mundo", Pepe, es un enorme y lujoso avión sin piloto. Suerte. Te esperamos. ¡Y no te enfades con Newton, ni con la compañía aérea, ni con la agencia de viajes que, al avión, has subido tu solito!















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